Un país sin memoria es un país sin paz.
Un país sin paz es un país sin futuro.
20.000 puñados de memoria es un proyecto que reivindica la memoria de lo sucedido en el Campo de Concentración de Castuera entre abril de 1939 y marzo de 1940, por el que se calcula que pasaron unas 11.000 personas.
Muchos estudiosos de etapa de la Guerra Civil Española y de la posterior represión franquista, insisten en un matiz fundamental para entender nuestra historia: que en Extremadura hubo un exterminio masivo. Y uno de los lugares más significativo donde se produjo este exterminio fue el campo de concentración de Castuera.
11.000 puñados de memoria tiene una única razón de ser: visibilizar la necesidad de ponernos en paz con nuestro pasado. Una verdadera paz social que todavía no se ha producido en nuestro país y sin la cual se desvanecen todas las posibilidades de un futuro en el que podamos construirnos desde unas relaciones sociales sanas y evolucionadas. No tiene sentido tapar la historia. Lo que pasó, pasó. Ahora solo nos queda conocerlo para poder encontrar la paz como sociedad.
Según los principales investigadores del Campo de Concentración de Castuera, entre los que destaca Antonio López Rodríguez, así como de la posguerra civil española en la zona de La Serena (Badajoz), las condiciones en las que los franquistas tenían a los presos republicanos eran incluso peores que las de los judíos en los conocidísimos Campos de Exterminio nazis en Alemania, como Dachau o Mauthausen. Los barracones todavía más pequeños y las raciones de comida más reducidas. Si establecemos esta comparación, es simplemente para señalizar la distancia abismal que existe entre el reconocimiento de la barbarie en Alemania y en otros países que han sufrido genocido y el silencio, el olvido, la culpabilidad por ser víctima y la falta de memoria y reconocimiento a todas estas personas y a sus familias en España.
No queremos poner el presente en el pasado, sino el pasado en el futuro. Hacer que esta toma de conciencia, esta sanación como sociedad, nos ayude a trascender la escisión, el sufrimiento, la culpa y la vergüenza y podamos relacionarnos desde diferentes posicionamientos políticos y sociales como entes maduros que quieren construir un futuro mejor, lleno de posibilidades. Este escenario no se dará hasta que la memoria de todas las personas que están enterradas en fosas comunes por defender sus ideas políticas o simplemente por ser de una manera determinada o por su inclinación sexual sea tratada y recompuesta con la dignidad que corresponde.
Es un acto de amor hacia ellos, hacia nosotros y hacia nuestros hijos. Un acto de responsabilidad social y fraternal. Un acto de perdón, sin el cual nuestro país seguirá estancado en la mediocridad moral y en la defensa más absurda de unos valores que nada tienen que ver con la madurez que nos exige una nueva manera de hacer democracia, en la que los ciudadanos somos más que voto, somos la voz y el movimiento vivo.
** Esta acción fue realizada en marzo de 2018 en la mina de La Gamonita, dentro del Campo de Concentración de Castuera (Badajoz). Para llevarla a cabo utilicé 78 kilos de sal, uno por año que ha pasado desde que este Campo se cerró y se silenció. Y en silencio, durante tres horas, puñado a puñado de sal, fui escribiendo la palabra MEMORIA sobre el suelo que, todavía hoy, cubre restos de republicanos asesinados por los fascistas durante el periodo en el que estuvo activo el campo. La sal esteriliza la tierra, igual que el franquismo esterilizó cualquier matiz de pensamiento crítico en los campos de exterminio, en las cárceles y mediante la represión. Su potencia simbólica reside también en su capacidad para sanar heridas y purificar.